La poesía me salva. Pero no es gratis ese milagro. La pago minuto a minuto con la aceptación obscena de mis temores y mis deseos. (Valeria Pariso)

Quiero crear.



no quiero trabajar
quiero crear
y que vos
con delicada dulzura y euforia
me conozcas cada día un poco más
te descubras cada día un poco más

(habíamos quedado en que yo iba a poder respirar)

Gracias igual.

Caés de nuevo en la volteada y creo que me dolió el tropiezo, pero el moretón ya me es rotundamente indiferente. Y tengo tantos sueños que mejor dormirlos en la almohada y levantarlos cuando el cuerpo tenga ganas. Hoy estoy expectante y sólo de mí misma. Me espero como siempre masticando madrugadas y me importa un cuerno tu llegada. La verdad más mentirosa es que aprendí a olvidar. Sigo sin entender al cuerpo que me hace muecas hasta el final del partido y no lo puedo gambetear. Mirá lo que es esta ciudad, se le ponen los pelos de punta porque perdió la libertad, y la adornan esquinas vulgares que, en silencio, nadie quiere atravesar. Me importa poco. Hoy no voy a caminar. Tengo un acordeón en la frente y, para colmo de arrugas concretas, está tronando el espanto ¡y sabe espantar! Caigo de nuevo en la volteada y no me pienso empapar. Hoy estoy jugando a los botones con mi seriedad. Ya está, no me volé, gracias igual.

Ovejitas.

Te juro que conté, conté ovejas, ovejones, ovejitas. Pero los sueños no venían. Me pasé noches enteras desnumerándome la vida y desenredando los ovillos del tiempo, pero te juro que todo TODO de golpe se apelmazó en una esquina y así, sin más, me quedé sin días y sin horarios, con un pedazo de plástico en mi mano, que todavía esconde tu perfume. Yo nunca tuve la llave de las rutas del mundo, eso bien lo sabías, y sin embargo asumí el rol de viajante. Me inventé un escondite de monedas, aún sabiendo que el declive era absoluto (pero hice el intento, prometéme que crees esta no mentira) y quise pagar las facturas, los platos rotos, el rejunte de kilómetros y la tristeza. Así me quedara sin un centavo y las ovejas, ovejones, ovejitas optaran por el suicidio fatal ante tremenda crisis económica, quise pagarlo TODO. Vendí ovillos, saqué boletos, tiré papeles, miré calles. Y en el transcurso de ese ahorro pretencioso y humillante… a veces me sentaba en una esquina y miraba, después del humo, hacia arriba, hacia la nada…. como queriendo encontrar en una nube, en una absurda nube de trillada silueta, el recuerdo que sea motivo para NO arrepentirme de semejante situación de remera transpirada.

Hay martes que te enseñan a mirar.

Mejor te vas, tu paso por mi rancho va pisado. Y está bien porque avanzas como te veo. ¿Vos sabés que hay martes que te enseñan a mirar? Y de tanto abrir los ojos no te pienso interrogar. Vos tendrás, muchacha lunes, las respuestas en tus fallas / los adioses en tu boca / el “hasta nunca” en la costumbre / y el “por si acaso” en el exilio (acobardado) (por si acaso). Y tengo dudas esenciales ¿sabés querida? Que te desprenden roncas, botoncito tonto. Y entonces caés sin el hilo salvamento que te sostenga en las alturas del protagonismo elegante. Igual no hace falta, che pasado. Yo te  quiero con la euforia primeriza y desde siempre. Pasa que viene el miércoles, decidido y exigente, pidiendo cambios y distancias, susurrando fuerte que te deje y no te encuentre. Y él es centro, centro en la semana y en mi vida. Sabe lo que dice y yo lo agendo, como al viento. Entonces me dejo sacudir por sus intentos y está bien porque avanzas como te veo. Y ya sé todo: para despedazarte es el momento del desastre. Y para olvidarte nada mejor que un martes, cuando vengo de quererte con la euforia del gran lunes, donde descubro que ya te “aman”, que ya te “esperan”, que mejor me voy, sobro en la escena.

Gracias.

A mí, que (por fin) me dí el permiso. A la vieja, que siempre me dijo “anotá, que después te olvidás”. A los mandados, que existiendo tempraneros en mi infancia me exigieron la listita incomparable y, entonces, al fin el vuelo tranquilo en la vereda, la memoria agarradita al papelito, mi cabeza desatada en otros mundos, ¡la importancia de ir jugando todo el tiempo! Y entonces: a los juegos, que existiendo primitivos señalaron el camino más certero, y pusieron en las reglas la revancha, en el pasto las derrotas y en el triunfo el desparramo. Entonces ¡cómo no! también al fracaso, que me obligó a identificar, a aceptar, a querer y a abrazar, toda pobre y toda herida, mis pedazos; los más tercos, los más rudos, los más raros. A mis amigos. A mis hermanos. A mis dolores. A mi pavor. Al tiempo, que no existe. Al olvido, que tampoco. A la mujer que ríe. A la mujer que calla. A la mujer que espera. A la mujer que asombra. A la mujer que baila. Pero, por sobre todas las cosas, al mundo. ¡Gracias al mundo! porque mientras yo giro él también se permite dar vueltas y ser mundo. Porque mientras yo giro, me desplomo, subo y giro… ¡él también sigue girando!
Gracias. Gracias por estar y gracias por venir.
Me broto de vergüenza, me visto de osadía y me pica la nariz.
                                                                 ¡Salud, amor y atchís!                                 



Bastará decir.

que no te pase
lo que le pasó
a Juan Pablo Castel

"existió una persona
que podía entenderme
pero fue precisamente
la persona que maté"

Mi corazón es como un dios sin lengua.


todavía no sé cómo
pero voy a encontrar una puerta

y después de esa puerta otra puerta
y después de esa puerta otra puerta

Kaos.

urgente


no sé qué hago acá
acumulando palabras
¿la montaña es la montaña?
por lo general soy ordenada
pero hoy el caos copó la casa

















necesito que te duermas en mi espalda